Palacio Rucellai.

L. Bautista Alberti.

Florencia. 1446-1451.

Una muestra de la renovación urbana que se produce en el Renacimiento, vinculada a la prosperidad de algunos grupos sociales, es la aparición de los «Palazzi» o palacios, construidos por las principales familias de las ciudades más florecientes.

Lo mismo que las plazas articulan a partir de ese momento la estructura urbana, los palacios enmarcan muchas veces esas plazas, buscando en su interrelación módulos de proporcionalidad y efectos visuales en las fachadas. Los Palacios son el emblema y el orgullo de esta nueva sociedad, en gran medida porque son la mansión de una nueva clase triunfante que desea sustituir las viejas casas nobiliares.

De esta forma, los palacios del Quattrocento ya no serán casas fortificadas, sino por el contrario, palacios abiertos a la ciudad e integrados en su urbanismo.

En general, presentan una planta cuadrada y un predominio de las líneas horizontales, sobre todo en la fachada. El modelo prototípico consta de tres pisos: planta baja; planta noble (con salón de recepciones); y planta superior o privada. Esta distribución característica, deriva de la propia organización de las casas de los comerciantes acomodados florentinos, que servían a la vez de almacén, oficina y vivienda.

Al Interior, los palacios se organizan a partir de un cortileo patio abierto, cuya planta cuadrada y habitualmente porticada, asume la función de distribución espacial de las diferentes estancias de la planta baja. Se trata por tanto de una interiorización arquitectónica, si bien en este tipo de palacios el patio también contribuye a la interrelación urbana a través de los grandes arcos abiertos que comunican con el exterior.

El Palacio Rucellai lo encarga al arquitecto Leon battista Alberti, Giovanni Rucellai, mecenas de la familia del mismo nombre, que había hecho fortuna con la tintura de tejidos. Alberti asume el papel de arquitecto diseñador, siendo el ejecutor de la obra Bernardo Rossellino, que lo construye entre 1446 y1451.

Decía Alberti que el palacio del Señor no debía de ser amenazador. Y decía también en su famoso tratado arquitectónico, De re aedificatoria, que el palacio señorial debe imponerse en el conjunto urbanístico más por el prestigio intelectual de su obra que por la ostentación del fasto y la fuerza.

Todo ello lo pone en valor precisamente en este Palacio Rucellai, que resulta por ello de un lenguaje diferente al de otros palacios florentinos anteriores, y especialmente al del Palacio Médici de Michelozzo, el primero en construirse y que por ello había establecido una referencia constructiva para todos los que se levantaron después. Sin embargo, en el Rucellai se marcan diferencias: ya en la fachada se advierte una mayor planitud en su almohadillado, ahora rehundido en sus aristas, lo cual por un lado reduce el rudo aspecto del cuerpo bajo del Médici, y por otra parte permite que luces y sombras remarquen el sentido geométrico del conjunto.

Por otro lado, para establecer la diferencia formal entre los tres pisos, Alberti no opta ya por la gradación de relieve en los paramentos, sino que por el contrario emplea un procedimiento clásico, la superposición de órdenes, que nos recuerda sobre todo modelos romanos, como por ejemplo el Coliseo de Roma. De tal forma, que en el primer piso emplea pilastras adosadas de orden toscano (tal vez el más vigoroso de la tradición clásica), y pilastras de orden corintio, mucho más finas, en las segunda y tercera plantas. La mayor sensación de rigor en el primer piso se acentúa merced a un amplio basamento de aparejo reticulado (opus reticulatum), también utilizado por los romanos. Y también siguiendo esquemas clásicos, se separan todos los pisos por medio de entablamentos.

Las ventanas del Palacio Rucellai, son igualmente características, son las famosas ventanas albertinas, en realidad ventanas bíforas, rematadas en sendos arcos de medio punto, englobados a su vez en uno mayor, en cuyo tímpano se integra un característico óculo.

Por lo demás, el palacio se construye siguiendo un rígido patrón matemático de proporcionalidad, causante de su elegante armonía constructiva. Y siguiendo ejemplos trabajados ya por este mismo arquitecto (por ejemplo, en la facha de la iglesia de Santa María Novella) dicha proporcionalidad constructiva se advierte principalmente en la secuencia de formas geométricas que conforman toda la fachada, en la que se combinan cuadrados y rectángulos, arcos y círculos, todo de una precisa proporcionalidad.

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