Iglesia de San Andrés de Mantua.

L. Bautista Alberti.

Mantua 1472-1494.

La Iglesia de San Andrés de Mantua es una de las obras de nueva planta realizadas por su autor, Leon Bautista Alberti, aunque, si bien diseñada por él en 1470 e iniciada en 1472, no llegaría a verla terminada. El grueso de la edificación se concluiría hacia 1494, aunque añadidos y retoques posteriores prolongarían la construcción en una amplia crítica de autenticidad,

Le fue encargada por Luis III Gonzaga, el Turco, segundo marqués de Mantua, que gobernó entre 1444 y 1478, coincidiendo con uno de los momentos de mayor esplendor de la ciudad, y que fue quien decidió sustituir un antiguo monasterio benedictino por esta nueva iglesia, quedando de aquél como único testimonio el campanario anexo a la fachada.

Presenta la iglesia planta de cruz latina, con una nave única de grandes dimensiones y capillas entre los contrafuertes de forma rectangular, abiertas a la nave a través de grandes arcadas de medio punto. Curiosamente, también se abren pequeños cubículos en los propios contrafuertes, que conectan con la nave a través de puertecitas adinteladas.

Por lo que se refiere a las cubiertas, presenta una enorme bóveda de cañón en la nave, muy monumental por tanto, al modo de las grandes cubiertas romanas, y que por ello mismo presenta una decoración de casetones, pero pintados, pues si bien la idea era labrarlos, como los de la arcada de la fachada, dificultades económicas obligaron a la solución pintada. Por su parte las capillas laterales presentan también bóvedas de cañón, pero curiosamente se voltean transversales al eje de la nave central, en un guiño histórico a la disposición de las naves laterales de la basílica de Majencio, edificio con el cual la iglesia de Mantua encuentra varios puntos de influencia, que además certifican de este modo su herencia clásica.

En el crucero se voltea una cúpula sobre pechinas, con una clara intención de propiciar uniformidad espacial a través de la iluminación cenital, aunque su construcción la concluiría ya Filippo Juvara en el S. XVIII.

La fachada de esta iglesia es uno de los hitos de mayor raigambre clásica de toda la arquitectura italiana del Quattrocento, y desde luego uno de los ejemplos más espectaculares de este periodo. Está claro a la vista de su diseño que la idea de Alberti fue la de aprovechar el esquema de los arcos de triunfo romanos para articular todo el frente de la iglesia, y más concretamente el arco de Tito, aunque sin olvidar algunas referencias a los templos clásicos. Así, el conjunto monumental se eleva por medio de una escalinata frontal que le sirve de acceso. A partir de aquí, la fachada se estructura en tres calles, la central más ancha que las laterales, separadas entre sí por medio de pilastras sobre plinto, de orden corintio.  En el amplio espacio central se abre una amplia arcada de medio punto que se prolonga en un tramo abovedado en cañón, decorado al intradós en casetones, que en esta ocasión sí están labrados y no pintados como en la bóveda de la nave.

Las calles  laterales, entre los intercolumnios, también se resuelven al modo clásico, con una puerta adintelada en la parte inferior, encima una hornacina, y en la parte superior una ventana en arco de medio punto.

Sobre las pilastras, el entablamento canónico, y encima, rematando todo el conjunto, un amplio frontón triangular.

Como es norma en toda la  arquitectura quattrocentista y particularmente en la de Alberti, también este edificio, tanto al interior como al exterior, cuenta con un preciso sistema de proporcionalidad que armoniza las partes con el todo, y que incluso se articula igual de armoniosamente con el entorno urbano que lo rodea, y en concreto con la plaza frente a la que se construye.

El único aspecto que en esta ocasión no acaba de resolverse (al contrario que en Santa María Novella) es la diferencia de anchura entre el nivel inferior y el superior de la fachada basilical. El frontón no cubre por completo la altura de la nave central, lo que obliga a completar la fachada con un nuevo arco de medio punto, paralelo al de la entrada principal, y prolongado en una pequeña bóveda de cañón, lo que por lo demás, contribuye a aumentar la iluminación de la nave central.

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