La Anunciación.

Fra Angélico.
Museo del Prado. Madrid. Hacia 1426.

Fra Angélico (Vicchio 1395-Roma 1455) es un artista que se encuentra a caballo entre el final del Trecento y los inicios del Quattrocento, de tal manera que su pintura recoge al principio influencias del Gótico Internacional, si bien muy pronto asume con indudable maestría las primeras novedades del primer renacimiento italiano.

Nacido en Vicchio, cerca de Florencia, se traslada a esta ciudad en fecha temprana junto a su hermano Benedetto para trabajar en un taller parroquial de manuscritos, como copista Benedetto y como iluminador Guido di Pietro, que así se llamaba en realidad nuestro artista. Más adelante ingresaría en el convento dominico de Fiesole también junto a su hermano, tomando a partir de ese momento el nombre de Giovani di San Domenico. El apelativo de Fra Angélico por el que se le conoce universalmente sería ya un sobrenombre póstumo otorgado por la profunda religiosidad que mostró en vida.

Su obra fue notable y abundante. En una primera etapa prodiga trabajos como iluminador, pero pronto también como pintor para la orden dominica en la que profesa, de ahí la abundancia de ejemplos, primero en el convento de Fiesole, y más adelante en el convento de San Marcos en Florencia al que se trasladan posteriormente, y que Fra Angelico decoró abundantemente. En esta primera etapa se nota su formación como iluminador, mostrando por ello una minuciosidad y detallismo en el trabajo casi de orfebre. Aunque se advierte también en esta primera fase una marcada influencia del Gótico Internacional. Así en la propia tabla de La Anunciación, que hoy nos ocupa, procedente de Fiesole, o en la Coronación de la Virgen proveniente en este caso de San Marcos, que se halla actualmente en el Museo del Louvre. El paso definitivo hacia un arte más relacionado con la pintura del primer Quattrocento se produce con su Tríptico de Linaiuoli, cuya tabla central, con la Virgen y el niño, muestra la rotundidad en las formas, la monumentalidad en los volúmenes, e incluso la espacialidad fingida de una perspectiva lineal, de la obra de Masaccio y de los pioneros de la pintura del Quattrocento.

Su éxito en esta obra le permitirá obtener nuevos encargos y cada vez más importantes, como la decoración del convento de San Marcos, ya mencionada, que había construido Michelozzo, y que promueve Cosme de Médici. Las dimensiones del proyecto, que incluía la decoración de la sala capitular, el claustro, numerosos altares, y las 43 celdas de los monjes, solo pudo llevarse a cabo gracias a la existencia de un taller importante y bien organizado en el que ya destacaba, junto a su maestro, la figura de Benozzo Gozzoli, el discípulo más aventajado de Fra Angélico.

En Roma, a donde se traslada al ser nombrado Papa el antiguo prior de San Marcos de Florencia, Eugenio IV, crecerá en su pincel la influencia de Masaccio, lo mismo que a su vuelta a Florencia, ya en su última etapa, especialmente admirado por los frescos de la Capilla Brancacci en la Iglesia del Carmine.

La obra que nos ocupa, La Anunciación que se conserva en el museo del Prado es una de sus primeras obras, de las realizadas todavía en Fiesole, cuando más se advierte la influencia del Gótico Internacional y su formación de miniaturista.

La iconografía es la más tradicional, la Virgen interrumpe su lectura ante la llegada del arcángel que le anuncia, decoroso y elegante, la buena nueva. En un pasillo lateral se complementa la imagen con la expulsión del Paraíso de Adán y Eva, en un típico ciclo iconográfico con el que resaltar el anuncio de la salvación que representa la Anunciación de María después del pecado de los primeros padres. Para mayor énfasis, un rayo dorado procedente de la mano de dios ilumina la escena principal. La tabla contaba también con cinco pequeñas pinturas en la predela, que representan distintas escenas de la vida de la Virgen. Restaurada la tabla y la predela en 2021, las cinco pinturas menores se han colgado en una sala separada de la pintura principal.

Reproducción ideal con las pinturas menores de la predela.

Es probable que tanto las pinturas de la predela como el pasillo lateral dedicado a la expulsión del Paraíso, sean obra de otros artistas del taller, considerando además el trabajo colectivo que caracterizaba este tipo de talleres tan equipados. Se apunta que esa parte lateral la pintara Zanobi Strozzi, pero la escena central es claramente del maestro, un Fra Angélico magnífico. Porque la obra es un verdadero alarde de exquisitez, delicadeza, preciosidad y belleza, al compaginar con extraordinaria habilidad diferentes propuestas de tendencias distintas. Hay minuciosidad en el detalle y una estructura todavía medieval al combinar dos escenas en una. Y hemos dicho así mismo que predomina la deuda con el Gótico Internacional y el preciosismo del iluminador, incluso si nos fijamos en la actitud y la solución gestual de los protagonistas nos recuerda la sensualidad de la escuela de Siena, pero no es menos cierto que también se advierten recursos que son ya novedosos para la época, así la arquitectura que enmarca la escena principal, que reproduce las de Brunelleschi, con sus arcos de medio punto y sus bóvedas de arista, recurso este utilizado también en algunas de sus pinturas por el propio Masaccio; o la propia estructura compositiva, con una perspectiva lineal muy estudiada.

Lo demás es arte puro, es Fra Angélico más allá de influencias y deudas. Es esa belleza que nos envuelve como un manto al contemplar el cuadro y dejar allí posada la mirada. Así el detallismo, la precisión, la delicadeza de la línea y la elegancia formal de todo el conjunto. También la luz, esa la luz diáfana y marmórea, de una nitidez cristalina que está anunciando la que poco después imitarán Fray Filippo Lippi, Boticelli o Piero della Francesca. Y por supuesto el color, ese color de tonos dorados, violáceos, azules, o rosados, brillantes y a la vez delicados, que envuelven la escena de una atmósfera ingrávida, radiante y plena, que nos traslada su contenido divino y completan la armonía y plenitud de la tabla. Probablemente la primera obra maestra de Fra Angélico.

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