Monasterio de Hosios Lukas.

Arachova. Grecia. S. XI.

El imperio bizantino alcanza uno de sus momentos de apogeo durante la primera etapa de la dinastía macedónica, entre finales del S. IX y principios del S. XI. Concretamente a lo largo de los reinados de Nicéforo Focas, Juan Tzimiscés y Basilio II. Una etapa de expansión política y económica que lógicamente tendrá su repercusión en la obra artística, dando lugar a la llamada “Segunda Edad de Oro” del arte bizantino, equiparable, y de ahí el nombre, a la brillantez de la primera gran fase del arte bizantino correspondiente a la época Justiniana del S. VI.

En el desarrollo de la arquitectura de esta etapa van a tener un papel protagonista las construcciones monásticas, entre las que cabría destacar los complejos de Hosios Meletios, Ságmata o el más famoso de todos ellos: Hosios Lukas, gran monasterio situado no lejos de Delfos y dedicado al santo local Lucas Steiris (S. X).

En efecto, el Monasterio de Hosios Lukas está situado en el monte Helikonas, a pocos kilómetros del santuario de Delfos. El monasterio es fundado por el propio santo hacia el año 945, convirtiéndose en un importante centro de la religión ortodoxa griega. Hosios Lukas vivió durante muchos años como asceta en varios lugares hasta que en 945 encontró su lugar cerca del Santuario de Demetra. Tenía el don de la curación y gracias a las donaciones recibidas por los nobles que había curado, se pudo construir este monasterio.

En general los cenobios bizantinos se planificaban en base a un perímetro cuadrado rodeado por una muralla dentro del cual se abría un patio abierto. Es lo que ocurre en Hosios Lukas, en cuyo patio central se alzan las dos iglesias principales del monasterio: una dedicada a la Virgen (Theotocos) construida en primera instancia (S. X), todavía en vida de San Lucas, y una segunda que es la principal (Katholicon), construida algún tiempo después ya en el S. XI, y que está dedicada al propio San Lucas, siendo además el lugar donde reposan sus restos.

A un lado del perímetro se alineaban las celdas de los monjes en varios pisos, y al otro lado la cocina y el refectorio, normalmente dividido en dos pisos (siendo el comedor el piso superior y el inferior, bodega o almacén). También se conserva una cisterna entre el Katholikon y el refectorio, rematada por un bonito pabellón circular abovedado por una cupulita sostenida por delgadas columnas. El monasterio de Hosios Lukas conserva en muy mal estado las celdas y el refectorio, destruido por un bombardeo en 1943, pero por el contrario destacan con toda su belleza las dos iglesias citadas: la de la Virgeny la dedicada a San Lucas.

Es esta última una de las más bellas de la época. Presenta una planta cuadrada en la que se inscribe un octógono sobre el que se asienta una cúpula de 9 m. de diámetro, sobre trompas. Lo más curioso es que este octógono cruciforme se ve rodeado por múltiples espacios subsidiarios de formas cuadradas y abovedados en arista, que en realidad no podríamos denominar como tramos de naves laterales porque están constantemente interrumpidos por gruesos muros transversales.

Al Interior este juego de espacios múltiples es sorprendente y contradictorio, creando una compartimentación espacial y un contraste de luces entre zonas, que aparte de ampliar imaginariamente la superficie de la iglesia resulta de una gran dinamicidad.

A ello naturalmente contribuye la decoración con mármoles de colores grises, púrpuras y oliva muy sugestivas, y la superposición de elementos en dos pisos.

Al exterior destaca la sencillez de esta pequeña iglesia de volúmenes armónicos y enorme gracia, que deja cara vista el ladrillo, pero también ventanas dobles y tríforas caladas. En realidad, se emplea una decoración externa que marcará un sello muy peculiar en estas iglesias bizantinas griegas: hay aparejo sillar, hay tracerías caladas, trabajos en mármol y frisos de ladrillos en forma de dientes de sierra y técnicas cloisoné en la mampostería, consistente en la disposición de la piedra sillar enmarcada por dos capas de ladrillo. La sensación general es así de una gran elegancia y ligereza.

No falta una amplia decoración musivaria que acentúa la sensación de ingravidez y la sorpresa ante los efectos lumínicos que se experimenta al interior del edificio.

En cuanto a la iglesia de Theotocos es más sencilla, con planta de cruz griega y decoración a base de pinturas al fresco en sus paredes.

En ambos casos queda clara la propuesta arquitectónica del arte bizantino a partir de esta época medieval, que perdurará de forma inalterable los siglos subsiguientes en todas aquellas construcciones que van espaciándose por el amplio marco del imperio bizantino, desde Italia a Rusia y desde Grecia a los Balcanes: planta centralizada, compartimentación espacial, remates cupulados, una decoración sencilla al exterior donde destaca la combinación de materiales diversos, ladrillo y piedra principalmente, y por el contrario una espléndida ornamentación en los interiores a base de juegos de luces en los que tendrá un papel decisivo la decoración musivaria.

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