Ofelia.

J. E. Millais.

Tate Gallery. Londres. 1852.

La evolución de la pintura moderna a lo largo del S. XIX supone una superposición de tendencias y estilos que van complicando progresivamente la maraña artística del momento. Así, junto a la evolución variada del Romanticismo, y de las numerosas tendencias surgidas del Realismo, se desarrolla también una tendencia esteticista, a veces intelectual, a veces simbólica, que también da pie a numerosas variantes: desde el Prerrafaelismo inglés a las distintas manifestaciones del Simbolismo.

No obstante, la primera de estas corrientes la constituye el grupo denominado de los Nazarenos, en realidad, un pequeño grupo de pintores alemanes que encuentran su inspiración artística en la obra de los autores del Quattrocento y de los Primitivos flamencos. En cierto modo se trata de una reacción más contra los dictados de las Academias, aunque en este caso buscando otro tipo de purismo, apoyado fundamentalmente en la nitidez y meticulosidad de las formas y los colores. A estos autores se les denominó irónicamente con el nombre de nazarenos porque vivían en comunidad en un monasterio abandonado de Roma, con hábitos ascéticos y largas melenas peinadas con raya en medio. En todo caso, salvo el caso más honroso de Overbeck, no resultó un grupo especialmente brillante, si bien la moda estética que impondrían sí tendría gran repercusión en toda Europa.

Es precisamente este nuevo gusto por la pintura primitiva italiana y alemana, lo que va a dar lugar a un nuevo grupo de similar talante, los Prerrafaelistas ingleses, así llamados porque siguen en la línea de amparar su obra en la influencia de pintores anteriores al clasicismo pleno que representa Rafael. Forman el nuevo grupo, llamado concretamente The Pre-Raphaelite Brotherhood, siete pintores, entre los que destacan especialmente W.H. Hunt, D.G. Rossetti y H.E. Millais.

Aunque su línea pictórica coincide con la de los nazarenos, sus temas son muy distintos, buscando en ocasiones el tema literario y dando a sus obras una mayor calidad técnica y una mayor altura intelectual. En este sentido se convierte en un movimiento esteticista, que también gozó de un enorme favor popular, sobre todo a partir del momento en que el crítico y escritor de arte más prestigioso del momento, John Ruskin, los defiende como ejemplo a seguir en la defensa de la pintura moderna por su fidelidad a la naturaleza.

En general, la pintura de los Prerrafaelistas se caracteriza por sus colores brillantes, la representación meticulosa en el detalle y una captación de la luz igualmente nítida y natural.

En la formación y evolución pictórica del grupo no puede olvidarse también la enorme influencia que ejerció la auténtica musa del grupo, Elizabeth Siddal, una dependienta de una sombrerería de Cranbourn Street, que nada más descubrirla se convirtió en modelo del grupo, después en amante de Rossetti y finalmente en su esposa. Su muerte por sobredosis de láudano, consecuencia de las infidelidades de su marido y de otras desgracias como la pérdida de un hijo y su dependencia del alcohol, afectó sin duda a la decadencia del grupo.

De entre los cuadros prerrafaleistas más conocidos es sin duda la Ofeliade Millais el ejemplo más hermoso. Temáticamente el cuadro busca su inspiración en el ámbito de la literatura, como es habitual entre los pintores del grupo, en este caso en el episodio de la muerte de Ofelia referida en el acto IV del Hamlet de Shakespeare. Más concretamente cuando la mujer, enloquecida, muere al caer al río en el momento en el que está honrando la memoria de su padre Apolonio, muerto por error a manos de su amado Hamlet.

La meticulosidad propia de estos pintores explica la realización de este cuadro en varias fases: en una primera, Millais busca junto al río Hogsmill los modelos necesarios para reproducir con precisa exactitud el repertorio de plantas y flores que se recogen en el lienzo. En una segunda fase vuelve a Londres donde una vez más Lizzy Siddal actúa de modelo para el grupo. Allí posará durante horas en una bañera llena de agua, con una predisposición realmente encomiable que a punto estuvo de costarle la vida, ya que el agua, calentada en un principio con lámparas encendidas, se iba enfriando según éstas se iban consumiendo, siendo tan larga la sesión que le acarreó una grave pulmonía.

El esfuerzo tuvo su recompensa, al menos para la historia del arte, porque el cuerpo de Ofelia consigue un realismo sorprendente, destacando su rostro lívido y su piel marmórea en medio de la sinfonía de verdes que envuelven la figura. De esta forma parece que su belleza supere su propia muerte, en un ejercicio de idealización estética muy propia del grupo.

Como siempre, destacan algunos símbolos, como las amapolas que lleva en la mano, símbolo de muerte.

Se puede decir que esta es una de las obras más plenamente representativas de lo que significó el Prerrafaelismo inglés, tanto temática como plásticamente, logrando incluso el reconocimiento general del público. Poco tiempo después, Millais abandonaría esta línea mística y literaria, y también se iría alejando del grupo, comenzando entonces su brillante carrera de retratista.

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